25 de noviembre de 2011

PRIMER ANALISIS DEL POSI DESPUES DE LAS ELECCIONES DEL 20 N

La derrota histórica del Partido Socialista plantea
la lucha por una representación política fiel a los trabajadores

Estas elecciones se han dado en una situación política excepcional, marcada por dos factores:
  • la presión de las instituciones internacionales del capital sobre los gobiernos para extremar y acelerar el saqueo de la clase trabajadora, de los pueblos del Estado es­pañol con una escalada de planes de ajuste, con dispositivos de control e intervención de todos los resortes del Estado español por la troika formada por el FMI y las instituciones clave de la UE: BCE y CE. Ellos ya han decidido el programa del nuevo gobierno y exigen la unidad para realizarlo.
  • enfrente, tres días antes de las elec­ciones, en Madrid todos los niveles educativos se encontraban paralizados, decenas de miles se manifestaban, mientras en Barcelona la huelga de los médicos paralizaba los hospitales contra el mismo plan de ajus­te impuesto por el FMI-UE. La clase obre­ra ni está derrotada ni se resigna, sino que resiste y, como los compañeros de Grecia, Portugal o la Gran Bretaña, busca el camino de la movilización unida con sus organizaciones. Y ahí tro­pieza, precisamente, con la política de los principales dirigentes de esas organizaciones. (Ver recuadro)
En medio de ese enfrentamiento entre clases se han celebrado las elecciones del pasado domingo, en una situación muy difícil para la clase trabajadora. Cinco millones de parados, millones de trabajadores con sus salarios rebajados, sus convenios colectivos paralizados o incumplidos, los servicios públicos y todas las conquistas sociales y laborales amenazados. Y la sensación de muchos de ellos de haber sido traicionados por su partido tradicional, el PSOE, y por los dirigentes de los sindicatos que levantaron a la muerte de Franco.
En esta situación, como todas las en­­cuestas indicaban, las elecciones generales han dado una mayoría a los franquistas del PP. No es el resultado de un vuelco de confianza hacia Mariano Rajoy (nin­guna encuesta le da siquiera el 50% de confianza del electorado), sino que surge del abandono de millones de electores al Partido Socialista, que ha cosechado los peores resultados electorales de todas las elecciones generales celebradas desde la muerte de Franco.
La desafección de estos millones de obreros y jóvenes es el resultado de la política del gobierno Zapatero, que, desde mayo de 2010 se sometió sin fisuras a las exigencias del capital financiero, que le transmitían Obama y la Unión Europea, y aplicó recorte social tras recorte social. La campaña de Rubalcaba, hombre fuerte del gobierno que adoptó los recortes, no podía modificar ni revertir la ruptura con los trabajadores creada por esa política, de la que no renegaba.
Han sido unas elecciones, por otra parte, marcadas por una realidad. Cualquiera que fuera el resultado, el programa del nuevo gobierno se conocía de antemano: iba a ser el dictado por los mercados (es decir, el capital financiero), la troika FMI-Banco Central Europeo-Comisión Europea: lo primero pagar la deuda pública, disminuir el déficit público recortando presupuestos en los servicios públicos, una nueva reforma laboral, bajadas generalizadas de salarios… lo que justifica que electores se hayan abstenido (más que en 2008) y hayan votado blanco o nulo.


La victoria del PP
La “gran victoria” del PP no se sostiene en las cifras de votantes. El PP ha cosechado 10.830.693 votos, frente a 10.278.010 en 2008 (Zapatero en 2008, con 11.289.335 votos, casi 400.000 más que ha tenido ahora el PP no tuvo mayoría absoluta). Le han votado 552.683 más que en 2008, y ha obtenido el apoyo del 31,6 % del censo. No puede hablarse, por tanto,  de “una gran victoria”.
Por el contrario, a pesar de la amplia mayoría parlamentaria, no cuenta más que con el voto del 31,6% de la ciudadanía. Magro equipaje para el brutal programa de recortes sociales que le exigen desde Washington y Bruselas. En su primer dis­curso, Rajoy anunció que su gobierno sería el “más fiel” cumplidor de los designios de Bruselas (que ya exige un nuevo Plan de Ajuste con al menos 18.000 millones de euros de recortes), y que “lo primero que haría” sería convocar a las Autonomías para aplicarlo.


La situación del PSOE
Tradicionalmente el Partido Socialista ha sido el referente electoral de la mayoría de los trabajadores. Los resultados de estas elecciones ponen eso en cuestión. La derrota del PSOE es la peor desde la muerte de Franco. Sólo gana en dos provincias (Barcelona y Sevilla), y ha perdido 4.315.455 votos, el 38%. Uno de cada 2,6 electores ha dejado de votarle.
En Andalucía, por primera vez desde la muerte de Franco, ha tenido menos votos que el PP. Ha perdido 751.433 votos. En Cataluña, ha perdido 769.588 votos, un 45,5% de los que obtuvo en 2008. En Madrid, donde ya en 2004 había perdido frente al PP, ha perdido 526.741 votos, un 37,6%.
Millones de trabajadores y jóvenes le han abandonado como referente electoral. Lo que deja un enorme vacío de representación en la clase trabajadora.


El crecimiento de Izquierda Unida
Izquierda Unida ha venido actuando como “la izquierda del sistema”. En estas elecciones, en las que buscaba capitalizar el desencanto de trabajadores y jóvenes con el PSOE,  ha sacado 1.680.810 votos y 11 diputados, frente a 969.946 votos y 2 diputados en 2008. Es decir, 710.864 votos más que en 2004. Un importante crecimiento (sobre todo en escaños), pero que la deja muy lejos de ser una verdadera alternativa política, un referente, para el conjunto de la clase trabajadora. Baste con considerar que de los 4.315.455 votos perdidos por el PSOE menos de uno de cada seis ha ido a Izquierda Unida.
A pesar del crecimiento en escaños, IU difícilmente puede cubrir el vacío de representación política que ha dejado el hundimiento del PSOE entre los traba­jadores y la juventud. Y de hecho su propaganda incidía en lemas del 15M sin entrar mucho en cuestiones clave para la población trabajadora.


Abstención y voto de rechazo
Millones de electores se han abstenido, en particular en Cataluña y en las islas. Sobre un censo electoral de 34.301.332 (más 1.491.522 residentes en el extranjero), sólo 24.590.557 han votado. Se han abstenido 9.710.775 ciudadanos, 538.035 más que en 2008. Una cifra que debe  aumentarse teniendo en cuenta que al participación ha subido en el País Vasco, donde en 2008 la izquierda abertzale, a la que le prohibieron las candidaturas, llamó a la abstención, que fue de 640.000 personas,  casi 150.000 más que ahora.
Además, 333.095 han votado en blanco (frente a 286.182 en 2008), y 317.886 han votado nulo (frente a 165.576 en 2004). Más de un millón de electores han votado a candidaturas sin representación parlamentaria.


Los votos en Cataluña y en el País Vasco
Hay otro rasgo fundamental en los resultados. En Cataluña, por primera vez el Partido Socialista pierde unas generales ante CiU, que incrementa notablemente sus votos probablemente por diversos la­dos. En el País Vasco, Amaiur supera en escaños al PNV y entre los dos tie­nen un dominio aplastante frente a los disminuidos escaños del Partido Socia­lista. Éste había sido la fuerza dominante en ambas nacionalidades a la muerte del dictador, pero su renuncia a defender a los trabajadores y en relación con ella las renuncias sobre la cuestión nacional han dado cancha a formaciones diversas que utilizan con oportunismo el espejismo de la “independencia en Europa” renun­ciando a la soberanía. El resultado es un cuadro de división en el momento en que más necesitamos los trabajadores y los pueblos la unidad. Y muestra que no hay salida para la cuestión nacional en el marco de la Unión Europea y la Monarquía. La emancipación respecto de los planes del FMI-UE requiere la lucha común de trabajadores y pueblos por la República sobre la base de la defensa del derecho de autodeterminación.

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