Mientras en Túnez se enfrentan por un lado a una minoría que representa a los defensores del antiguo régimen lacayo del imperialismo, y por otro los partidarios de la revolución, que son la abrumadora mayoría del pueblo, en Egipto la insurrección popular y juvenil que estalló el 25 de enero 2011 se ha transformado en un verdadero proceso revolucionario, cuando la clase obrera organizada en sus sindicatos de rama ha irrumpido sus propias reivindicaciones, mientras la búsqueda de una salida revolucionaria, en ruptura con el régimen de Mubarak, empieza a dibujar el perfil de una Asamblea Constituyente soberana.
Si en Túnez las organizaciones que se reclaman de los trabajadores y de la nación, empezando por la UGTT, preparan activamente la convocatoria de un congreso nacional en defensa de la revolución con intensas luchas obreras y juveniles como telón de fondo, el proceso revolucionario de Egipto aún busca una dirección.
Por eso las ilusiones en las fuerzas armadas han pesado fuertemente sobre el proceso. Las fuerzas armadas egipcias, columna vertebral del régimen vigente, financiadas por el gobierno estadounidense en el marco de su ayuda exterior, tomaron posición clara hasta el 10 de febrero a favor de Mubarak que se negaba a salir, es decir, en el campo imperialista cuyo jefe Obama multiplica las ordenes hacia Egipto. Por tanto, las fuerzas armadas rechazaron de plano la aspiración profunda del pueblo egipcio, que un manifestante así: "Vete Mubarak, para que podemos abrir una nueva era, decidir nuestra suerte".
Luego, ante la determinación del pueblo egipcio de derribarle y aprovechando los llamamientos a las fuerzas armadas para que se uniesen al bando de la revolución, Mubarak anunció que dejaba el poder, tomando la precaución de confiarlo a las fuerzas armadas.
Aunque sea justificada la explosión de alegría del pueblo egipcio por haber logrado al fin echar al tirano que lo humilló durante 30 años en beneficio de una capa mafiosa y del imperialismo, sin embargo el porvenir es muy incierto. Ya que no solo permanece todavía el régimen de Mubarak, sino que el ejército egipcio es el que actúan por cuenta de la entidad sionista gracias a sus vínculos con el imperialismo norteamericano. Por lo demás, ha anunciado que respetará todos los compromisos regionales (Camp David) e internacionales (especialmente el plan de ajuste estructural). Además, un poder militar es precisamente lo contrario de la aspiración profunda del pueblo egipcio a la democracia. Por último, hay que recordar que el gobierno norteamericano sugirió desde el principio de la insurrección popular que el jefe del Estado Mayor sustituyera a Mubarak. Sin embargo, el pueblo egipcio, fortalecido por su victoria puede encontrar los recursos necesarios para recuperar la iniciativa política e imponer su soberanía, definiendo la forma y el contenido de las instituciones civiles capaces de encarnarla.
Precisamente ahora, cuando se juega el destino de Egipto, cuya revolución ha hecho tambalear el orden imperialista, que unos aprendices de brujo y aventureros de toda laya, amigos del imperialismo, empiezan a moverse en nuestro país so capa de un "cambio democrático".
La marcha del 12 de febrero en Argel, precedida por delegaciones del RCD a las embajadas de los Estados Unidos, Francia y de la UE, para pedirles que presionen al "régimen de Argelia", semejan una tentativa de importar una revolución naranja, es decir, cocinada y financiada por los centros imperialistas.
Al contrario que en el caso de los pueblos tunecino y egipcio que han rechazado las injerencias exteriores, el agrupamiento que ha convocado una manifestaciónn el 12 de febrero en Argel se parece tremendamente al movimiento del 14 de marzo de Saad Hariri en el Líbano, dirigido por David Welch, el responsable norteamericano que es uno de los artífices del NMO-US (Nuevo Oriente Medio).
Obviamente, como sucede con todos los movimientos al servicio del imperialismo que se cubren con "reivindicaciones democráticas", desconectadas de las aspiraciones sociales y sobre todo de cualquier referencia a la soberanía nacional, la "Coordinadora Nacional por el cambio democrático" trata de jugar con el descontento social, real sin duda, para cabalgarlo y desviarlo al servicio del imperialismo. Por tanto, no es sorprendente que el RCD califique de “maniobras” las decisiones del Consejo de Ministros, insuficientes pero que conllevan pasos importantes en el ámbito de las libertades, el empleo y el poder adquisitivo (léase en estas páginas el informe de actividades del Partido).
De hecho, las soluciones nacionales contradicen sus planes, a sabiendas de que su presidente no dudó en suplicar al gobierno norteamericano que reeditase en Argelia lo que hizo en Afganistán para instaurar la "democracia" (sic), pero también lo que hizo en Iraq hasta la ejecución de Sadam, comparando a las autoridades argelinas con el "clan de Tikrit".
Y tampoco es una coincidencia que esta agitación coincida con la última nota del Fondo Monetario Internacional (5 de febrero) que llama a detener el aumento de salarios en la administración pública y todos los gastos públicos. Y especifica que "el clima de inversión para los operadores extranjeros" no es atractivo porque "el gobierno tomó en 2008 una serie de medidas que no son estimulantes". Todo el mundo habrá entendido que se refiere a los Presupuestos complementarios de 2009 y de 2010 y al plan de apoyo a la recuperación económica que inyecta 250.000 millones de dinares argelinos en inversión pública en la industria, la agricultura, la mejora de salarios y pensiones y las infraestructuras básicas. ¿Es necesario recordar que el RCD ha votado en contra de todas estas decisiones?
De hecho una de las "personalidades" que apoyaron la marcha es Ahmed Benbitur, el ex Jefe de Gobierno, ¡consultor del FMI y del Banco Mundial!
Entonces, teniendo en cuenta la importancia de lo que está en juego en el fondo de la maniobra del RCD, la decisión del Gobierno de mantener la prohibición de las manifestaciones en la capital, que se remonta a junio de 2001, es una decisión que los acontecimientos en el país hacen inexplicable y totalmente anacrónica, es una fuente de confusión adicional y perjudica a los intereses de la nación porque la expone a las presiones externas. Por lo tanto, el Comité Central del Partido de los Trabajadores, al final de su segunda sesión celebrada el 29 y el 30 de enero, reafirma que “el verdadero cambio democrático que entronque con la revolución argelina, pasa por la convocatoria de elecciones libres y democráticas a una Asamblea Constituyente compuesta por diputados controlables y revocables. Una verdadera asamblea nacional, emanación del pueblo, que nombre un gobierno responsable ante ella, redacte una Constitución conforme con la voluntad del pueblo, con la democracia, con las aspiraciones de los trabajadores, la juventud, los campesinos, los jubilados, que consagre la separación de poderes, la independencia de la justicia y todas las atribuciones de la soberanía nacional.
Tal asamblea, con la fuerza que da la confianza del pueblo, será capaz de elaborar una auténtica reforma económica que cree verdaderos empleos y riquezas, que garantice el porvenir de las generaciones futuras, lo cual implica una ruptura neta con la Unión Europea, la anulación de la concesiones a la OMC, la restauración de la plena soberanía económica confirmando y profundizando las conquistas incluidas en los Presupuestos complementarios de 2009 y 2010 y las inversiones públicas. Tendrá fuerza para proclamar la expropiación de las fortunas amasadas irregularmente, poniendo las bases de una verdadera lucha contra la corrupción y el despilfarro, la renacionalización de los complejos y empresas estatales malvendidas, empezando por el complejo [siderúrgico] de El Hadyar [en manos de Arcelor Mittal] y ENGI [Empresa Nacional del Gas Industrial], la derogación de todas las leyes de excepción que se derivan del Plan de Ajuste Estructural, del acuerdo con la Unión europea y de las exigencias de la OMC, realizando una verdadera reforma agraria” y declara que “la paz restaurada debe allanar el camino al advenimiento de la verdadera democracia!”
El Comité Central llama a intensificar la campaña de firmas de la carta al Presidente de la República para fortalecer la movilización en nuestro país, en el marco de la soberanía nacional, para satisfacer las reivindicaciones sociales de los trabajadores, la juventud, los jubilados, los discapacitados, especialmente el empleo y el poder adquisitivo, incluida una prestación por desempleo del 50% del salario mínimo, por el levantamiento de las restricciones al ejercicio de las libertades democráticas, la abertura del debate en los grandes medios de comunicación, para acabar con las instituciones heredadas del sistema de partido único y de la tragedia nacional, mediante la devolución de la palabra al pueblo, para que sea él quien defina la reforma política capaz de establecer una verdadera democracia, que le permita elegir a sus verdaderos representantes en las asambleas elegidas en elecciones anticipadas, libres y democráticas, consagrando una clara separación entre los negocios y la política, y el respeto del mandato.
En esta perspectiva, el Comité Central insta a los militantes, afiliados y simpatizantes a formar comités populares con los firmantes de la carta al Presidente de la Republica, los trabajadores, sindicalistas y los jóvenes para, mediante la libre discusión, registrar sus reivindicaciones, ampliar la movilización para realizarlas por medio de soluciones exclusivamente nacionales, argelinas .
Luisa Hanune
10 de febrero de 2011
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