Contra los sondeos, los expertos y politólogos, que como de costumbre se basaban en cualquier
declaración, en la superficie de las cosas, olvidando la realidad social de los Estados Unidos,
Donald Trump ha sido elegido presidente. Los norteamericanos tenían que optar entre dos candidatos
reaccionarios.
La mayoría de los norteamericanos se han abstenido. La mayoría de los que
han ido a votar lo han hecho contra Hillary Clinton, que simboliza abiertamente el establishment,
las élites, el sistema de los dos grandes partidos, republicano y demócrata, los partidos de la clase
capitalista norteamericana. Ya las primarias causaron estragos en los dos grandes partidos norteamericanos.
Hillary Clinton tuvo apuros para ganar la primaria del Partido Demócrata frente
a Bernie Sanders que utilizaba una fraseología “socialista” concentrando su campaña en los problemas
económicos y sociales, y logró el voto de dieciséis millones de electores norteamericanos.
El improbable candidato Trump derrotó primero al establishment del Partido Republicano,
dejándolo hecho jirones. Y luego, concentrando los golpes en Hillary Clinton, representante
de ese mismo establishment, de esa élite, atrajo los votos de norteamericanos desesperados por
su situación. Como indican los resultados estado por estado, los que han votado masivamente
contra Clinton son los del centro de los Estados Unidos, desertizados, desindustrializados, en
los que la población agrícola, los obreros, los jubilados, los jóvenes se encuentran tirados en la
miseria. Es un voto de rebelión y de rechazo.
Esta mañana, los comentaristas descubren azorados “la fractura social” o “las dos Norteaméricas”,
las que llaman con desprecio “capas profundas”, oponiéndolas a las “capas ilustradas”
de los Estados Unidos.
Eso es contrario a la realidad. La realidad de los Estados Unidos y de la aplastante mayoría
de los norteamericanos es la crisis económica y social, que es la repercusión en el seno del imperialismo
más poderoso de la crisis de todo el sistema de propiedad privada de los medios de
producción. Eso es lo central. Según la Oficina del Censo de los Estados Unidos [equivalente
al INE – N. del T.], 47 millones de norteamericanos viven por debajo del umbral de pobreza,
un niño de cada cinco vive gracias a raciones alimentarias de la asistencia pública, un millón y
medio de hogares (el doble que en 1996) viven con menos de 1,80 €. Aunque oficialmente hay
ocho millones de parados, en realidad, además de esos ocho millones, noventa y cinco millones
de estadounidenses en edad de trabajar están fuera de la población activa.
Según las estadísticas internacionales, en la lista de los 41 países más ricos, los Estados Unidos
ocupan el lugar 36.
Pero, en cambio, el 0,1% de las familias norteamericanas posee lo equivalente a los ingresos
del 90% de las familias norteamericanas. Esta es la cuestión central, que las aventuras bélicas
no conseguirán tapar. El Partido Demócrata y el Partido Republicano son los representantes de
la clase capitalista. Desde 1980, con presidentes republicanos o demócratas, se han suprimido
el 35% de los empleos industriales.
Con republicanos y con demócratas, el sistema de los dos grandes partidos actúa por cuenta
del capital financiero norteamericano. Las necesidades de sus trusts y monopolios, que tratan
de conseguir el control mundial de las materias primas y de la energía, provocan los conflictos
y las guerras, para mayor beneficio de la industria armamentista, y siembran el caos, como
atestigua la situación de Siria y de Iraq.
Con la elección de Trump (e igual hubiera sucedido con Clinton), se abre un nuevo periodo
para el capital norteamericano, cuyos inteereses requieren volver a constituir un eje para tratar de
disciplinar a la clase obrera, al pueblo norteamericano, y someter a los pueblos del mundo entero.
Se abre un nuevo periodo para los Estados Unidos y para todos los pueblos del mundo.
Lucien Gauthier, redactor jefe de Informations Ouvrières,
en la edición del 9 de noviembre de 2016 de este semanario.
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